Sunday, February 03, 2008

Necedad y verdad

Cree el necio, en su necedad, que está en la verdad y desde ella habla así:
  • "Cuando te hablo, te digo lo que pienso". Y, neciamente, atribuye verdad a eso que piensa.
  • "Cuando te digo algo, es porque te quiero". Y, neciamente, se lo cree (y continúa considerando verdadero ese "algo". Neciamente, por supuesto).
No hay nada más peligroso que dejar en manos de un necio la poderosa arma de la verdad. El necio, antes de reconocer que no está en la verdad, que no sabe siquiera dónde encontrarla, que jamás ha catado sus delicias, que ni la entiende ni la busca y que, incluso, ha llegado a despreciarla por demasiado evidente a la razón (otro gran hito en el camino opuesto a la trayectoria del necio), es capaz de proclamar a los siete vientos que la posee. Y desde esa verdad poseída, amarga la existencia del más pintao.

¡Qué duro resulta tragarse la verdad poseída por un necio! Parece, realmente, una verdad poseída: aspecto nauseabundo, forma putrefacta y retorcida, mal olor... El freno para llamar rápidamente a un exorcista se llama prudencia: ¿qué ocurriría si, finalmente, la verdad poseída saliese de su estado poseso y se descubriese en el interior de un necio? Sin duda, un cambio: se produciría tal terremoto intelectual y cósmico que habría un necio menos entre nosotros, bien por deceso súbito, bien por conversión.

Y en este punto me callo y dejo hablar a la Biblia:
"No discutas con el charlatán, no eches más leña a su fuego." (Si 8, 3).
"Dichoso el hombre que se dedica a la sabiduría, y razona con su inteligencia. Dichoso el hombre que medita sobre sus caminos, y reflexiona sobre sus secretos." (Si 14, 20-21).
"Los insensatos jamás la alcanzarán, los pecadores nunca la verán. Está lejos de los orgullosos, y los mentirosos no se acuerdan de ella." (Si 15, 7-8)

Y retomo la palabra:
Me agoto.

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