- "Cuando te hablo, te digo lo que pienso". Y, neciamente, atribuye verdad a eso que piensa.
- "Cuando te digo algo, es porque te quiero". Y, neciamente, se lo cree (y continúa considerando verdadero ese "algo". Neciamente, por supuesto).
¡Qué duro resulta tragarse la verdad poseída por un necio! Parece, realmente, una verdad poseída: aspecto nauseabundo, forma putrefacta y retorcida, mal olor... El freno para llamar rápidamente a un exorcista se llama prudencia: ¿qué ocurriría si, finalmente, la verdad poseída saliese de su estado poseso y se descubriese en el interior de un necio? Sin duda, un cambio: se produciría tal terremoto intelectual y cósmico que habría un necio menos entre nosotros, bien por deceso súbito, bien por conversión.
Y en este punto me callo y dejo hablar a la Biblia:
"No discutas con el charlatán, no eches más leña a su fuego." (Si 8, 3).
"Dichoso el hombre que se dedica a la sabiduría, y razona con su inteligencia. Dichoso el hombre que medita sobre sus caminos, y reflexiona sobre sus secretos." (Si 14, 20-21).
"Los insensatos jamás la alcanzarán, los pecadores nunca la verán. Está lejos de los orgullosos, y los mentirosos no se acuerdan de ella." (Si 15, 7-8)
Y retomo la palabra:
Me agoto.
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